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No he de querer a los humanos,
no he de amar al prójimo,
no pondré la otra mejilla
y enseñaré los dientes.
Así nadie me querrá.
Que se encarguen ellos de quererme
y no me pongan esa cara de mal perro
Sólo por el hecho de no quererlos yo...
Huelo a carne quemada.
Les gusta el dulzor de la hipocresía.
Y mientras el de al lado, el paralelo, el camuflado,
pide cuentas,
el bueno paga al psiquiatra
la cura de sus recaídas y arrebatos.
Cuesta dinero, y con ello, trabajo y sacrificio,
mantener al imbécil de acuerdo con los cánones,
porque es de todo natural
que al paralelo se le inflen los colgantes
de llevar arrastras tanto tiempo al imbécil.
Balbino
lunes, 4 de mayo de 2009
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